El tiempo se me escurre entre los dedos.
Las rebajas en la tienda, el cambio de temporada, intentar hacer decenas de cosas pendientes ahora que estoy relajada sin hombres alrededor, dedicarme un rato para mí sola sin prisas y sin obligaciones…
Veo que los correos sin leer empiezan a tener cuatro cifras y que los feeds de los blogs amenazan con meterme una demanda por lo criminal. Vale, esto es cuestión de organización- me digo decidida. Echa un vistazo por encima a los correos y estableces prioridades. Me pongo a ello.
El primero en la frente, Dolega traspuesta…
No puedo separar los ojos del cartel. Creo que me estoy haciendo mayor, en serio. Recuerdo mis clases de publicidad, de opinión pública y pienso lo que hubieran dicho mis profesores al ver el concepto publicitario en cuestión.
Lo repaso…
Saco cuentas. ¡¡Seiscientos y pico euros en un cochecito!!
¿Pero qué tipo de cochecito le compran al niño, un Golf?
¿Qué diablos es la “tanatoestética”?
¡Espero que no sea levantarte pómulos y párpados justo antes de enterrarte!
Porque ya sería mala leche ir toda la vida llena de arrugas para que la final te dejen monísima.
Veo la diferencia de precios por provincia y alucino
A Málaga, hay que irse a morir a Málaga. No se hable más.
Veo la comparativa y pienso en un factor que no han tenido en cuenta. Para el nacimiento cuentas con los regalos familiares, pero no conozco a nadie que haya regalado el ataúd en una muerte.
Me dispongo a mandar el mail a la papelera llegando a la conclusión de que al final todo es cuestión de dinero de principio a fin…ó no.
En ese momento me acuerdo de una anécdota del Niño.
Cuando tenía como diez años quiso comprarse una cartera. Creo que fue la primera cosa de “persona mayor” que se compró, pero claro en ella solo llevaba una foto suya, los cromos repetidos para cambiarlos y algunos “tazos”, muy de moda por aquella época.
Un día estaba yo ordenando papeles, se me cayó la carpeta del seguro de decesos y rodaron por el suelo las tarjetas acreditativas de cada uno de nosotros. Él, que andaba por allí se agachó a recogerlas y se sorprendió que hubiera una tarjeta igual que las de crédito a su nombre.
-¿Esta tarjeta para qué es?- preguntó intrigado.
-Es tu tarjeta del seguro de decesos.
-¿Y eso que es?
-Pues un seguro para que si te mueres estén todos los gastos pagados.
Me miró fascinado como si le hubiera dicho que éramos propietarios de una docena de pozos de petróleo.
-¿En serio? ¿Y todos tenemos una?
-Si
-¿Y si tú te mueres, yo no tendré que pagar el ataúd?
-No -contesté de mala gana.
-¡Oye, pero esta es la mejor idea del mundo!
Y procedió a meter la tarjeta en su cartera de persona mayor.
-¡No, no trae acá que la pierdes!
-¡De eso nada, esta tarjeta hay que llevarla siempre encima! Si me muero mañana, que ellos se encarguen de todo.
Dolega con cara de madre.
-Anda, déjate de decir bobadas y dame la tarjeta que la guarde en la carpeta.
-Que no, madre que no; que esta tarjeta es la mejor idea que habéis tenido nunca y pienso llevarla siempre encima. Cuando a uno se le muere alguien, solo hay que estar pensando en los buenos momentos que pasamos con esa persona y no estar pendiente de si las flores son caras ó baratas. Hay que estar todo el rato recordando cosas bonitas para no sentir tanta tristeza y no tienes tiempo de otras cosas. Se dio media vuelta y se fue con su tarjeta metida en la cartera.
Lo vi irse y no supe qué contestarle pero sí recuerdo que en ese momento, por primera vez, le encontré un aspecto que no fuera truculento al tema.
Él le había dado un sentido diferente al asunto. Lo de ahorrarte el dinero estaba genial pero también era importante que alguien te descargara de preocupaciones añadidas a las que ya tendrías en esos momentos.
Tengo que reconocer, que los razonamientos de esta criatura a mí siempre me han sorprendido. Por cierto, a día de hoy sigue llevando su tarjeta de decesos en la cartera y cuando alguien la ve y le pregunta por qué lleva eso encima, siempre contesta lo mismo.
-Pues mira, esta fue la primera tarjeta que metí en mi cartera, pero básicamente por si la necesito y ¡es que esto es una gran idea!